viernes, 24 de noviembre de 2006

El Príncipe


Yo ya lo admiraba antes de llegar al Real Madrid. Fue mi futbolista icono. A día de hoy, puedo decir abiertamente que no he visto niguno como él. Me maravillaba su forma de acariciar la pelota, de hacer el campo más grande o más pequeño según le convenía (a él y al equipo) su forma de influir sobre el resto de jugadores y su capacidad de liderazgo. Porque Fernando Redondo fue algo más que un simple pelotero. Fue un líder.

Nació en Adrogué (Buenos Aires), en 1969. Ya desde niño sus padres le inculcaron el sentido del deber y la disciplina. Por eso, cuando acababa los deberes, siempre bajaba a la calle con su hermano a jugar al fútbol, como el resto de argentinos. Por entonces, todos tenían una ilusión: ser como Mario Alberto Kempes. Pero Redondo siempre fue distinto al resto. Su ídolo fue Ricardo Enrique Bochini, jugador de Independiente, al que precisamente también admiraba Maradona.

Debutó en la Liga Argentina con tan sólo 15 años con la camiseta de Argentinos Juniors. Año 1985. Pero una mala gestión del club le hizo quedar libre y fichar por el C.D. Tenerife. Llegó a la isla tinerfeña en 1990 aunque nunca pudo disputar una temporada completa a causa de las malditas lesiones. Con Jorge Valdano jugó a su mejor nivel y en 1994 disputó con Argentina su único Mundial, el de Estados Unidos. Después de aquel campeonato, media Europa quería a Redondo. Pero prefirió al verdadero club de su vida: el Real Madrid.

Siempre hubo gente que dudó de su valía. Algunos preferían a Luis Milla, je. En el Bernabéu, ya en su segunda temporada (en la primera ganó la Liga), llegaron a pitarle en un partido contra el Oviedo. Pocos parecían recordar a ese jugador que superó una grave lesión en la pretemporada anterior y que debutó en San Mamés entrando desde el banquillo, echándose el equipo a las espaldas y logrando remontar el encuentro. A Capello (temporada 96/97) tampoco le convencía su juego. Sanchís y Seedorf comenzaron el año en el centro del campo, pero el técnico italiano no tardó en comprobar el potencial del argentino y darle las riendas del juego madridista.

Tuvo que soportar golpes bajos, encuestas conducidas, lesiones, comparaciones...y él siempre callaba. Todos los entrenadores que lo tuvieron a sus órdenes hablan maravillas de él, pero, y no me canso de reiterarlo, siempre hubo gente que lo miraba con extraños prejuicios. A mí también, simplemente por llevar su camiseta o tener una gorra con su nombre colgada de las paredes de mi habitación. "¿Cómo te puede gustar Redondo? ¡Si es lentísimo!", me decían. Yo me reía. Geremi era el ejemplo a seguir para la mayoría.

Generalmente la gente suele medir a los futbolistas por simples jugadas. Y hubo una jugada que marcó la vida de Redondo. 'La jugada'. "¡¡Diosss!! ¿Visteis anoche la jugada de Redondo??", era el comentario más repetido al día siguiente en clase entre mis amigops. Yo me reía.

Redondo no necesitaba ponerse la camiseta de Argentina para ser argentino (de hecho renunció a la albiceleste). Tampoco necesitaba una camiseta con el '5' para ser '5' (llevaba el '6'). Amaba la pelota. Fue el gran heredero de los clásicos mediocentros. Como dijo Valdano, "Redondo entrenaba con entusiasmo; se ponía la camiseta del Real Madrid sabiendo que hay una historia detrás; se sentía futbolista mañana, tarde y noche; tenía en su casa un gimnasio para no dar ninguna ventaja al rival y, aunque se viniese el mundo encima, siempre quería el balón al grito de 'dame', 'toma', 'te ayudo', 'toca'...


Gracias por tu fútbol, Príncipe.

2 comentarios:

@JaviMGomez dijo...

A ver, reconozco que Redondo fue un buen futbolista pero nunca le he situado entre los mejores del mundo. Son muy pocos los pases de veinte metros potables que daba, no me gustaba su juego ni su forma de proyectarlo pero creo que sacó un gran rendimiento a su potencial gracias a su entrega.

Por cierto, Nervios... enhorabuena por el artículo... está de puta madre... muy por encima del jugador.

Rubben dijo...

Precisamente por eso me gustaba tanto: porque hacía de sus defectos virtudes. Y como dices su desplazamiento en largo no era el de Schuster o el de Guardiola, ni su disparo el de Lampard o el de Ballack.

Pero no le hacían falta esas cualidades porque el resto estaban por encima de todas ellas.

Además, para los pases en largo ya estaba Hierro. Y para los disparos, cualquier otro.


Y gracias por el halago!