miércoles, 29 de agosto de 2007

Hasta siempre, Puerta



24 de abril de 2006. 100 años de sevillismo. Sevilla-Schalke 04. Semifinales de la UEFA. Minuto 100 de partido. Jesús Navas, pegado a la banda derecha, centra el balón a la frontal del área. Renato la deja pasar. Puerta ve llegar el balón. Mientras, piensa: "Es la mía. Va para dentro. Si marcamos, a la final". Poco después se fundía en un abrazo con todos sus compañeros. El Sánchez Pizjuán le vitoreba. ¡¡¡Pueeeeerta, Pueeeeeeerta, Pueeeeeeeerta!!! Los periodistas radiofónicos recuperaban el aliento después de cantar un gol histórico para el Sevilla. Se habían metido en la final de la UEFA.

"Quillo, no quiero pasar a la historia por el gol del Schalke. Tengo sólo 21 años y me queda mucho por hacer", comentaba un humilde Puerta al día siguiente . Y no se equivocaba. Poco después ganarían esa UEFA. Y después, la Supercopa de Europa al Barça. Luego caería otra UEFA. Y una Copa del Rey. Y una Supercopa de España. Y él, indiscutible desde la banda izquierda. Como lateral o como centrocampista. Porque le daba igual. Deboraba rivales con la misma facilidad. Era un portento.


Con 22 años, se encontraba cerca del apogeo de su carrera. Fuerte, rápido, ágil, versátil. Era un atleta con una "zurda de diamante". Era el sueño de cualquier entrenador. Ejemplar sobre el césped y fuera de él. Un ejemplo para futuras generaciones. Como lo hubiese sido para su hijo, Aitor, al que ya nunca podrá conocer y que nacerá en octubre. Es el gran drama de toda esta historia. Puerta era un joven lleno de vida y proyectos. Aitor era el último. Y la vida le ha arrebatado el placer de conocerlo y que el chico, como todos los aficionados al fútbol, disfruten con el juego de Puerta por la banda izquierda en cualquier estadio de fútbol.

Seguro que Puerta murió como todo sevillista hubiese deseado. En el Sánchez Pizjuán, defendiendo la camiseta de su Sevilla, del club de toda su vida, de su alma, dejándose la vida por su afición, luchando por tres puntos más. Murió de blanco. Lo único que eligió mal fue el momento. No era su momento. Todavía no.

Porque la muerte de Puerta nos recuerda que detrás de cada futbolista hay una persona. Como dice hoy Santiago Segurola en MARCA, "un gran jugador, un gran deportista, es un hombre que vive entre grandes riesgos. Está sometido a la máxima tensión y su cuerpo sufre ataques que no soportaría el hombre de la calle".

Difícilmente olvidaré su imagen después del primer desmayo. Sentado sobre el césped, con los brazos sobre las piernas, con una cara entre la incredulidad y la indignación, ladeando la cabeza, diciendo entre labios 'me cago en la puta'. Y luego su forma de abandonar el campo. Acompañado de los médicos, por la banda izquierda, por su banda, con la afición coreando su nombre otra vez, por última vez, -'¡¡Pueeeeeerta, Pueeeeeerta!!- camino del último lugar que vería: el vestuario del Sevilla. El lugar donde se forjaron todos sus sueños. En casa. Y como un mito del sevillismo.



Descansa en paz, Antonio.