viernes, 9 de noviembre de 2007

Un misterio sin resolver



Hay algo en el Valencia y en Valencia que huele a misterio. Y no se sabe muy bien qué es. Quique Sánchez Flores fue su última víctima. En su última rueda de prensa como técnico valencianista, se despidió con una frase solemne, que dejó bien claro la angustia continua que vivió durante el último año y medio. Casi un calvario. “A día de hoy, tengo la sensación de que pierdo un cargo pero recupero una vida, que es lo más importante”.

A Quique lo sentenciaron sus aficionados. Descontentos con el juego del equipo, Mestalla fue un clamor durante varios partidos: “¡Quique, vete ya!”, repetían incesantemente. Juan Soler, el presidente del club, atendió la petición. Y Quique ganó una vida. Anteriormente la habían recuperado Cúper, Ranieri y Rafa Benítez. Todos, en mayor o menor medida, disfrutaron de una época de esplendor, y ganaron títulos. Todos acabaron en la calle.

No hay éxito que valga en Valencia. Por muy difícil que parezca, no bastaron los triunfos. Las luchas internas, los conflictos, las discusiones, las quejas, las insatisfacciones están a la orden del día.

El Valencia es un club que vive sometido a una tensión continua. Un club que hace dos temporadas malvendió a un futbolista de la talla de Aimar, que dejó escapar gratis a Ayala y que en los últimos diez años ha contado con tres presidentes distintos. Tanta bronca, tanto ruido, tanta tensión acaba por pasar factura. La falta de estructura es evidente. En la plantilla de este curso conviven jugadores fichados por el anterior director deportivo, Amadeo Carboni, –Hildebrand, Mata o Sunny–, otros por Quique –Arizmendi, Alexis o Helguera– y otros por el actual director deportivo, Miguel Ángel Ruiz –Manuel Fernandes (18 millones, y hasta ahora un fiasco) o Zigic (17 millones, otro fracaso).

Ahora se están pagando los platos rotos. La sociedad es incapaz de sostenerse. Con la llegada de Ronald Koeman nada ha cambiado. Las estrepitosas derrotas ante el Real Madrid (1-5) y el Rosenborg (0-2) dirigieron las críticas hacia el presidente. Son las consecuencias de una sociedad autodestructiva que se empeña en castigarse continuamente.

En los últimos ocho años el Valencia ganó la Liga en dos ocasiones, levantó una Copa, una Copa de la UEFA y jugó dos veces la final de la Liga de Campeones, competición en la que siempre ha dado la talla entre los mejores. La afición del Valencia, sin embargo, lejos de disfrutar de esa etapa de oro, vive peleada con su equipo. No confía en sus entrenadores, por muy distintos que sean o por mucho que triunfen. Suele estar casi siempre descontenta con el juego y los resultados, se gane o se pierda. ¿Qué más quieren? Es un misterio que a día de hoy continúa sin resolverse.

No hay comentarios: